EXTRACTO DE "LAS METAMORFOSIS" (LIBRO I, EL MITO DE DAFNE Y APOLO)
Apolo ardía de amor; y la ninfa, con el miedo de un ciervo que huye al escuchar la voz de los cazadores, corría más veloz por los senderos, mas él, que la amaba, no la dejaba descansar, ni la dejaba detenerse.
“Detente, ninfa”, le suplicaba Apolo, “te lo ruego, no huyas. No soy enemigo que te siga, no soy un vulgar pastor, tú no corres detrás de un vulgar pastor. No sabes a quién huyes, y por ello huyes.
Por el mundo entero me honra la fama. De Delfos soy el rey, y de Claros y Ténedos; de la patria de los oráculos, y de la espada Anfíarao, y de todas las tierras donde se abre el santuario de Apolo.
¡Ay!, pobre de mí, nunca he conocido el amor, aunque he sido el dios del amor y de las flechas, y por todo el mundo me honran los templos y altares, sin embargo, el amor a mí mismo no me honra.